miércoles, 2 de febrero de 2011

Déjame besar tu cuello
por unos pocos segundos
por unas pocas leguas.

Déjame aspirar
fuerte y lento
cada uno de todos tus
olores.

Déjame crucificarme
encima de tus piernas salvajes
déjame morir un poco cada día
en el centro de tu abdomen, en el ecuador de tu ombligo.

Déjame resucitar
a cada segundo
con cada uno de tus besos
o, posiblemente
con cada toque de tus nalgas.

Déjame tocar tu cuerpo
poco a poco
como si estuviera tocando al más sagrado;
al más omnipotente;
al más frágil...

felino que haya podido pasar por el universo.

Déjame ser tu masa,
y homogeneizarme con la miel de tus ojos.
y déjame perderme
en la inmensidad
en la portentosidad
de tus ínfimas caderas.

Déjame hacerte mi mundo,
todos los días
y un poco más
decirte
que solo eres un más
de todos los menos que vivimos en el alfabeto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario