martes, 11 de septiembre de 2012

Sé que me acordaré de todas las lunas
en las cuáles el corazón se vuelve llama
y arde como bosque, arde como astro

Sé que me acordaré del ruido extraño
del tacón que se sabe ausente
y baja por la escalera, llevándose con sí
a un ser encarcelado
por el deseo y por la falta
que se siente en el vacío
cuando la mirada se despide.

Sé que me acordaré del pecho
y del latir y del erizo a causa del contacto
de tu piel con la mía
fundida en un abrazo de carne
que nunca prometía despedida
sino vida y peligro.

Sé que me acordaré de la mirada
Que acordona y se sumerge en agua
para apagarse
ante la lágrima que denota alegría
ante la erótica que resplandece y se acumula cuando los labios chocan y se incrustan en el espejo de la memoria.

Sé que me acordaré de todo esto y más
Mientras la ausencia no sea comprobada por el recuerdo
Mientras la cuerda, la llave y el túnel del panóptico sigan en materia.

Y qué hacer cuando sólo nos queda pensar
En aquellas noches de estrellas y de lunas
Noches de sepia pasadas en vela por el recuerdo vago de la conjugación de las miradas

Quedarnos presos
ante la solemnidad eterna del abrazo que no cesa
que no muere
Aterrorizarnos frente a la inmensa soledad que se perfila al vacío del final
Sin tener escapatoria alguna
De un gran amor capaz de abarcarlo todo
y nada a la vez.

Somos la nada acaso?
Que nos transfiguramos día a día en el tenue sonido de tu risa y la mirada?
Que vagamos como fantasmas en el aire del aliento que se transpasa de una garganta a otra por la sóla experimentación visual?

Qué ojos ni que dedos,
Que mente ni que piernas
Deseo innerme
de sambullirnos en la fuente de aquella plaza
que vió nacer esta extraña conjugación de materia
que se vuelve sustancia en el contacto.

Me despido al segundo
segundo eterno que enmarca esta confusión tan vibrante y llena de sentir
por no querer dejar ese resplandeciente destello del aliento mañanero que se pinta en tus dientes.