miércoles, 6 de julio de 2011

Los pasmosos edificios de Indochina crecen hasta alcanzar el cielo
Y las autopistas se extienden como enormes culebras por toda la quebrada geografía
Mientras el pueblo de perenne ineducado e ígnaro
resiste detrás de las murallas de Hanói

No hay nada más triste que ver
desde los ojos de Ho Chi Minh
como nuestra nación decae ante los sueños neoliberales
mientras se forma una gran masa de personas
se agolpan, como zancudos
al techo del partido.
Nuestro techo es el partido.
Su techo es el partido
refugiado en las barbas del que ilumina.

La desilución pernocta en las mentes de nuestros jóvenes
La desesperanza no es más que un fresco de sus caras.
Sus ojos reflejan el menoscabo de sus derechos
Sus pies nos revelan el largo camino de la ruta.

Y no somos ni uno ni dos ni tres
somos ochenta millones más uno
esperando
la gloriosa llegada
no del portentoso señor Jesucristo
ni mucho menos del que ilumina.
Todos estamos, lastimosamente sentados
esperando la llegada
De la ilusión
que se fue
que nos abandonó
cuando el que ilumina volteó su mirada a otro lado.